Descripción
Eternidad es un cómic basado en el relato homónimo de Ricardo Menéndez Salmón, publicado en el año 2005 en el volumen Los caballos azules, editado por Trea y galardonado con el Premio de la Crítica de Asturias y con el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo.
La reflexión en torno a la que Eternidad se vertebra constituye un lugar común del imaginario del siglo veinte, una pregunta de raíz paradójica que puede enunciarse así: ¿cómo es posible que Alemania, país que prohijó las más fecundas manifestaciones de la cultura y el espíritu humano —entre ellas, en lugar relevante, la música— inspirara al mismo tiempo las grandes hecatombes de la época y sus más profundas vergüenzas, con el nacionalsocialismo como bandera ideológica? El intento por satisfacer esta pregunta se organiza a través de una historia donde belleza y horror se tienden la mano en uno de los escenarios por antonomasia de la Segunda Guerra Mundial: la contienda germano-soviética. Dicha antinomia se articula en torno a una imagen peculiar: la de trece caballos escuchando a Schubert en el invierno ruso, en interpretación de una orquesta de militares nazis abocados a la titanomaquia de Stalingrado.
En efecto, el protagonismo de Eternidad es compartido por hombres y animales, en concreto por una compañía hipomóvil al mando de un oficial melómano y cruel, que integra en su personalidad las dos caras de la condición humana, el eterno conflicto entre Jekyll y Hyde. El poder simbólico del caballo entronca aquí con resonancias de carácter histórico que se han convertido en símbolos del mal, cifrables en la existencia en la misma sociedad de la llamada alta cultura con los más abyectos rasgos de demencia, en la convivencia del gestor de la muerte y el gestor de la belleza en una simbiosis que alcanza su expresión canónica en los campos de concentración, tal y como Borges reflejó en Deutsches Requiem y en el personaje de Otto Dietrich zur Linde.
Así, del mismo modo que el caballo no soporta en Eternidad la mera etiqueta de la animalidad, su concepción grosera como simple bestia de carga o transporte, el hombre capaz de interpretar un cuarteto de cuerda exquisito en mitad del más cruel de los paisajes está desprovisto (o desproveyéndose) de humanidad. Eternidad persigue mostrar, mediante la síntesis de texto e imagen, una comunión entre hombres y caballos apremiada por la condición trágica de la existencia. Si los hombres han aprendido a convertir la fatalidad del tiempo en una arquitectura de música y ritmo, los caballos han descubierto que el forraje del tiempo se rumia mejor convertido en belleza. Claro que esa ósmosis entre humanidad y animalidad a través de la cultura es demasiado densa para durar, está demasiado expuesta a su propia y urgente abolición. El accidente que clausura el cómic, el sepulcro de hielo que se cierra sobre los protagonistas de Eternidad, no es otra cosa que el museo vivo de la Historia, el texto blanco, la imagen vacía, que a todos niega y borra por igual”.